El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

lunes, 20 de abril de 2009

CONFESIONES DE OTOÑO




Tengo ganas de llorar. Ni si quiera sé bien por qué. Sólo sé que pasa de vez en cuando, más de en cuando que de en vez. Sólo sé que las paredes parece que me apretaran tanto que no me dejan respirar. Y es justamente en esos días cuando me aparecen estas ganas de que exista una navecita espacial que me deje abandonar la tierra por unos días, semanas, meses, años o vidas. No sé. Algo que me de paz.

Últimamente me estoy sintiendo demasiado bueno para nada. Asisto a mi caída con un silencio cómplice de mis fracasos. Me hundo sin saber dónde. Si por lo menos supiera eso, podría gritar que alguien venga a sacarme. Pero todo es igual, o tal vez no, pero yo no puedo ver las diferencias que se ocultan detrás de tanto gris oscuro.

Ya tiré las semillas. Dejé que cayeran en la tierra, esperando ver nacer nuevos tiempos. La tierra era estéril. Las semillas se secan bajo el sol y nada nace. Me pudro y pudro.

Tengo miedo. Me tengo miedo. Te tengo miedo. Les tengo miedo. Nos tengo miedo ¿Qué hago mas que matar todo antes que nazca? Voy por la vida abortando mi vida. Y vos, ¿vos qué? Vos también me tenés miedo; ¿quién no me tiene miedo?

Quiero escribir por que las palabras extinguen los actos. Pero no puedo escribir ni tampoco puedo actuar. Soy un muerto, una pausa constante, un embalsamado que no gana respeto.

Nunca voy a ser un buen escritor, sino mirá lo que hay acá. No, no te ilusiones, tampoco seré buen psicólogo, buen profesor, buen hijo, buen padre, buen nada. Soy como un auto viejo que se queda a mitad de camino. La fuerza siempre se me acaba antes de llegar.

No, no lloro, y no sé qué es peor. Las lágrimas ya no me sirven de nada. No hay guías ni recetas. Nunca sabré qué es lo que hago bien y qué es lo que hago mal; por que algo mal hago, por que algo bien, no. Por que no sé llegar, por que golpeo puertas en casas inhóspitas. Y hoy, hoy llegó el otoño, con su primer día frío, y estoy afuera de todo y adentro de nada, sintiéndome cada vez más solo.