El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

viernes, 11 de septiembre de 2009

LA INSOPORTABLE LEVEDAD



"Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?"
(Milan Kundera, "La insoportable levedad del ser")

Tuve un sueño and I’m not Martin Luther King. En mí, todo se veía gris. Era como si cada molécula de plomo existente en el universo, se hubiese derretido y se adhiriera, viscosa, al mundo. No sabía qué era el plomo, sólo veía todo más sombrío. Yo no tenía cuerpo, era un par de ojos incapaces de ver los colores.

El café ingresaba en mi cuerpo. Sentía el líquido caliente, oscuro, negro, amargo, fijándose a mis dientes, tapizando mi lengua, deslizándose por todo mi interior. Yo era líquido, yo era el café que se derramaba pero que nunca cesaba de caer desde una taza agrietada por los años. Agua caliente que perdía las propiedades del agua. Eso era yo. No era incoloro, no era insípido, no era inodoro; anymore. Era agua transmutada en café, que se mezclaba con jabón, en el fondo de alguna taza usada por alguien para luego ser descartada.

No sé cómo aparecí acá. Sólo sé que estoy. Tal vez sólo sea un accidente del destino. ¿Y si la vida no fuera más que eso? Células que explotan, que se unen, se dividen, se vuelven a unir, se dejan transformar por el ambiente, hasta convertirse en formas variadas de vida: rosas, jazmines, sauces, enredaderas, cactus, hormigas, cucarachas, ratas, arañas, narcisistas, soberbios, deshonestos, crueles, cobardes. Makes me tired.

Pero yo no era nada de eso, o tal vez era una mezcla de todo. Yo era sólo un punto en medio del todo. Un punto sin lugar, que se desplazaba cada vez que algún extraño ser omnipresente respiraba. Y ese punto, chiquito, movedizo, era una gota de café que chocaba contra el jabón, para volverse una burbuja. Y mis ojos no tenían forma de ojos, sino de una película muy fina, transparente, incolora, que encerraba una esfera vacía y que flotaba en un mundo teñido con plomo.

Y allí estaban tus ojos, esos grandes ojos que miraban pero eran incapaces de ver, o por lo menos de verme. Y yo, que era un accidente, un encuentro fortuito entre café y jabón, flotaba errante e invisible, en medio de un día de lluvia. ¿De qué me escapaba? Del dolor. ¿De qué me era imposible escaparme? Del Dolor que, astuto, se había camuflado de plomo derretido. Y la tierra era finita, y así también mi posibilidad de desplazarme y de escaparme. No había posibilidad de pasar por la tierra sin sufrir, era como meterse a nadar en el mar y pretender no salir mojado.

Si hubiese tenido pies, hubiese caminado hacia vos. Pero sé que las piernas se me derrumbarían antes de llegar. Yo no sirvo para finalizar nada de lo que emprendo. También sé que la tierra se volvería arenas movedizas y que con cada paso me hundiría más en ese pozo sin fondo. Por eso ya no camino, por eso vuelo sin rumbo, deseando posarme alguna vez en tu nariz, para que me tengas frente a tus ojos. Es que creo que sólo así tal vez puedas darme el lugar que siento que no tengo. Es que necesito apoyarme en tu deseo para encontrar los pasos que me indiquen un rumbo. Es que necesito regenerar mis piernas arrancadas y poder caminar acompañado, sabiendo que voy a algún lado, que ya no camino sin sentido, que ya no vivo trazando círculos. I don't know where it comes from, where to go, when the rains come…

Pero tus ojos no me veían. Yo era demasiado transparente, insípido y frágil. Y todas las mentiras también se cubrían de plomo y caían en el fondo del pozo. Y yo no era inteligente, ni era bueno, ni era simpático, ni era lindo, ni especial, ni era el novio perfecto, ni las demás cosas que, como consuelo, me decían. Era una esfera vacía que flotaba a la deriva. Era el deseo de ser alguien para alguien, de no estar muerto para todos. Yo ya no quería ser un fantasma que pasaba por la vida de los otros sin que nadie se enterara. Yo quería que mis pasos dejaran una huella, un camino a seguir para que pudieran encontrarme. Yo quería ser la botella errante en el mar que alguien encontrara.

Y no pude más con tanto vacío e invisibilidad. Quise encontrar algo que me retenga, que me de entidad, que me permita encontrar mi lugar. Quise abandonar la insoportable levedad de mi ser. Y vi tus manos suaves. Tus labios partidos por el frío. Tu sonrisa sencilla. Tu inocencia no interrumpida. Y quise ser emperador de tus lunares, piel bajo tus manos, labios sobre tus labios, besos sobre tus lágrimas. Y creí que el viento jugaría en mi favor (ya era hora que lo hiciera). Y así, por azar, por iniciativa propia, por iniciativa tuya, por variables que no busco comprender, yo, convertido en una burbuja, me acerqué cada vez más hasta tus manos. Y creí. Creí en vos, creí en mí, creí en el lugar, creí que el deseo propio bastaba. Pero yo era/soy muy frágil. Y en el mismo instante en el que sentí que con tu vida me tocabas, exploté como si nada y desaparecí de tu mirada.

Me desperté del sueño y, como si se hubiese reventado una burbuja en mi cara, sentí una gota de lágrima que por mi piel se derramaba.