El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

miércoles, 24 de enero de 2007

TE ODIO



Con un beso me entregas a mi martirio y te odio por hacerlo. Te odio por que volvés aunque te eche, te odio por que me dejás cuando quiero que te quedes. Te odio por que jugás conmigo y por qué soy consciente de tu juego, pero no puedo dejar de ser tu juguete. Te odio por que me lastimás pero parece que busco que lo hagas. Te odio por que porque todavía me sangra la herida que abriste con las armas que te di.

Te odio por que sé que tu boca da frutos en otras pieles y otros labios. Te odio por que sé que tus labios todavía llevan mi sangre derramada en vano por tu beso. Te odio por que tus manos hacen obras de arte en otros cuerpos. Te odio por que tenés ese extraño y maldito don que hace que uno se sienta bello cuando deslizás una sola de tus caricias.

Te odio por que no hay nadie como vos, te odio por tu unicidad y por que me llenás de soledad. Te odio por que me diste ese cordel, y por que lo cortaste a la mitad de mi camino. Te odio por que me matás, pero podés darme tanta vida que me volverías tan inmortal como tu recuerdo. Te odio por que sabés cuánto te amo, te odio por qué sé cuán poco te importa. Te odio por que disfruté dándote el poder que tenés sobre mí, pero te odio por que supiste usarlo y lo hiciste, y cómo.

Te odio por que no quiero verte, pero deseo que estés acá nuevamente. Te odio por que me dejaste ir, por que no te diste cuenta de todo lo que podía darte; te odio por que sí lo supiste y no te alcanzó; te odio por que nadie te va a hacer feliz, pero no dejás que sea yo el que no lo haga.

Te odio por que me dejás, te odio por que me quitaste la música, me quitaste los libros, me quitaste los juegos, me quitaste los bares, por que me quitaste lo que pese a todo te transporta a mi memoria, a mis labios, a mis manos, a mi piel, a mis oídos y a mi olfato. Te odio por que no hay tumba que te acoja. Te odio por que tenés más vida que la muerte, te odio por que me das más muertes que vida, pero cuándo me das vida me das todo.

Te odio por que caminamos bajo el mismo cielo, por que pisamos el mismo suelo, por que estás acá pero a la vez te fuiste. Te odio por que los llevás a dónde me llevaste, por que tejés la misma tela que luego me quitaste. Te odio por que das besos como si fueras una araña y por que yo siempre caigo en tus trampas.

Te odio por que todo lo que me diste me lo quitaste en ese último beso. Te odio por que ese beso lleva tu traición e inicia mi desolación. Te odio por que ese beso está sangrando, y por que la sangre es mía y por que bebería de tus labios mil veces más aunque me desangrara por completo. Te odio por que tu cobardía te impidió quedarte, te odio por que tu cobardía te impidió hablarme, te odio por que no pudiste decirme a la cara que no querías verme más.

Te odio por qué sé que vas a volver cuando no quiera que vuelvas, te odio por que vas a arruinarme todo lo que intente. Te odio por que vas a regresar cuando ya no te necesite, pero más te odio por que vas a saber cómo hacer para que empiece a necesitarte.

Te odio por que construyo castillos de arena y vos jugás a ser el mar que se los lleva. Te odio por que si aparecés cualquiera desaparece y más te odio por qué sé que lo sabés. Te odio por que me someto a vos y sólo obtengo desprecio. Te odio por que lo hiciste una y mil veces y yo sigo esperando que no lo hagas. Te odio por que me hacés odiar mi esperanza, mi inocencia y mi cruel complicidad con lo peor que hay en vos, que se complementa con lo peor que hay en mí.

Te odio por que te escribo y por que no puedo dejar de hacerlo, te odio por que te invoco pese a que no deba hacerlo. Te odio por que sos mi deseo de muerte y por que siempre estás presente. Te odio por tu ferocidad, y por que ni si quiera me dejás odiarte cuando me decís las mismas mentiras que yo elijo creerte.

Te odio por que no puedo dejar de odiarte y por qué sé lo que eso significa. Te odio por qué sé que mi odio es una metáfora, una mera sustitución.

Te odio por que me conocés tanto que sabés cómo hablarme, como tocarme, como mirarme, qué decirme. Te odio por que me lastimás y siempre soy yo el que termina pidiéndote perdón por haberte llevado a hacerlo.

Te odio por que sabés que te sigo amando y que contra eso no encuentro una cura. Te odio por que sé que formas parte de mi muerte, de mis castigos, de mis reproches, de mis culpas y mis angustias. Te odio por que sé todo pero me comporto como si no supiera nada. Te odio por que gozo con tu presencia pero sufro con mi goce.

Te odio por tu encanto, por tu melancolía, por tu voz, por tu olor, por tus besos, tus caricias, tus palabras, y tus juegos. Te odio por que me vas a matar, una y mil veces más y yo seguiré poniendo mi cuello aguardando por la guillotina que llevas en tus labios.

Te odio por que me dejás, te odio por que vas a volver, te odio por que estás, te odio por que te ausentás, te odio por todo lo que sos, te odio por lo que no te animaste a ser. Te odio por que te vas, pero más te odio por que en mí, siempre estás.

domingo, 21 de enero de 2007

EN EL MAR DE LA NOSTALGIA


Imagen perteneciente a Friedrich

Hoy la nostalgia se anida en mis ojos que miran al pasado buscando encontrar una respuesta para una pregunta sin sentido. Busco explicaciones sabiendo que no las hay, busco encontrar un por qué sabiendo que ni si quiera hay un para qué. Pero tengo una certeza y es la de la incertidumbre constante, la de los pasos en el mismo lugar, la de este hundirme cada día más en la peor de las cárceles, tras los lúgubres muros levantados por mi soledad.

Intenté volar, intenté huir de acá, pero el peso del pasado es demasiado, pero la oscuridad de los cielos me aterroriza, pero esos ojos que esconden un sol derretirá mis alas y nuevamente volveré a ahogarme en este mar de nostalgia que socava los acantilados de mi esperanza.

Miro con los ojos llenos de nostalgia, extrañando el futuro que nunca tuve, extrañando soñar con la promesa de alcanzar la felicidad. Pero ya sé de qué se trata todo, ya no hay sueño, estoy demasiado despierto. La felicidad es una gran mentira, una falsa promesa, un cheque sin fondo con el que nos pagan para soportar la angustia.

Pero, otra vez sin previo aviso, las represas de la angustia no aguantaron la presión, y me estoy ahogando entre océanos de lágrimas. Quiero vomitar esta angustia no digerida, quisiera vaciarme de dolor. Estoy confundido en mis palabras, corro el velo y descubro que no hay nada, sólo estas lágrimas que me bañan, solo esta garganta despedazada.

Hay algo que se me escapa y no sé qué es. Hay algo que se me escapa y sí sé qué es. Hay algo que se me escapa y tengo miedo de saber qué es. Hay algo que se me escapa y no me gusta reconocer qué es. Hay algo que se me escapa en cada latido, y en cada suspiro. Siento que me pierdo una vez más en medio de este inmenso mar de nostalgia, siento que me pierdo sin saber si me volveré a encontrar.

lunes, 8 de enero de 2007

DESDE UN LABERINTO


He sido maldito en el pasado, y el presente y el futuro son garantes de la ejecución de mi sentencia. He abandonado sin razón y sin avisos, y hoy tengo que pagar por el daño que he causado.

Los dados han sido lanzados, y el destino su juego ya ha empezado. Con su noción de justicia he sido lastimado. “Ojo por ojo, diente por diente”, y aquí me ven caminando sin sentido desde el día en que las tinieblas devoraron mis ojos y me arrancaron las perlas que brillaban tras mis labios.

He quedado desnudo ante tus ojos, te he mostrado todos mis defectos e imperfecciones, mis puntos débiles y mis desilusiones. Me arriesgué a todo y no me arriesgué a nada. Entregué mi vulnerabilidad, enseñé mi tendón de Aquiles y he recibido un collar de espinas que ciñe mi garganta desde entonces. Confié y permití la entrada, dejé que una lengua se deslizara sobre mí como si fuera una serpiente que va sembrando fuego tras su paso. Hoy estoy cubierto de cenizas que forman una coraza que se pegó a mi piel por la viscosidad de toda la sangre derramada.

Me entregué tanto que hasta ya no era yo. Hipnotizado por la ilusión apoyé mi cabeza donde quisiste que lo hiciera; y, cuando mis ojos se abrieron, observé como desde lo alto la guillotina se abalanzaba feroz, como el más temible felino, sobre mi cuello.

Me he recluido tras paredes de recuerdos que sudan desilusiones en forma de lágrimas. ¿Querés que te hable de mí? ¿Querés que salga de aquí? Voy a gritarte mi historia para que el eco de mis palabras derribe estos muros que nos separan. ¿Te animás a entrar? ¿Sabés que te puedo lastimar?

Alguien golpea a la puerta, alguien quiere entrar. El pasado me asusta demasiado, por que ya escuché con anterioridad esa voz gentil, por mí preguntar. No tengo respuestas, sólo puedo correr confundido por estos intrincados pasillos huyendo nuevamente de alguien, escapándome nuevamente de mí.

Desde un laberinto te escribo, advirtiéndote del peligro que para ambos implica que emprendas la empresa de alcanzarme. Veo que estás por llegar, veo que te es fácil avanzar, veo que muchos obstáculos has podido franquear, ¿me irás a lastimar?

Sólo traigo desgracias a quién tiene el valor y la paciencia de invocar mi presencia. Sólo me traigo desdichas cuando acudo a ese llamado, cuando me expongo una vez más a una nueva mirada. Si supieras cuánto me duele ver cómo tropiezas con cada uno de los obstáculos que te pongo para librarte de mí. Si supieras cómo sufro cuando superas cada uno de esos muros que construyo y te acercas más a mí. El dolor que te causo se acrecienta cuando me llega a mí.

Huyo de vos, por algo lo hago, te advierto que hay un peligro en mí. Te doy pistas para que me encuentres, por algo lo hago, la soledad es más dolorosa que el dolor que me causás cuando yo te lo causo a vos.

Tengo tanto miedo de mi futuro, tengo miedo de perderme en estos intrincados pasillos y no ver más la salida y no volver a respirar aire que me permita aferrarme a esta vida.

El hedor había trascendido las paredes de ese solitario departamento, que más que vivienda parecía una caverna. Los vecinos hicieron lo suyo: se entrometieron y llamaron a la policía. Los oficiales llegaron frotando sus manos por que afuera hacía mucho frío. El olor dulzón y repugnante les hizo prever lo que encontrarían.

Entre los dos derribaron la puerta y entraron a la caverna y, como si fueran perros atraídos por el olor nauseabundo, siguieron el aroma hasta aquella lúgubre habitación. Allí lo encontraron desnudo, su piel estaba teñida de hongos, las moscas se hacían un festín a su alrededor y, a su lado, un gatito negro le lamía los ojos.