El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

lunes, 7 de abril de 2008

Μορφεύς


Imagen de Jan Saudek

Noche típica de otoño. La lluvia, leve, golpea la ventana cerrada, buscando entrar una vez más en mi alma mojada. El plomo tapiza los cielos vacíos, que se agrietan ante la sequía de esta pantanosa rutina. Y yo, yo estoy aquí esperando hacer grandiosa esta noche, que no me ha prometido nada pero que, deseo, me dé todo. Vení conmigo, que yo te espero. Vení conmigo, que yo siempre te estoy esperando...

Hoy la oscuridad se adueñó de mis ojos ausentes, pero aún así te han encontrado sin buscarte. Desde hace mucho tiempo me hacés falta, pero desde hace meses había empezado a resignarme, y fue justo allí cuando te vi. Súbitamente supe que, como todo lo que está destinado a cambiarnos, sólo podías aparecer cuando hubiese dejado de esperarte. Y ahora, que estás acá, siento que ya no puedo dejarte ir aunque te vayas.

Vení, dale, tomá mi mano y venite conmigo. Traé algo de luz a mis desiertos oscuros. Levantá las baldozas con la firmeza de tus pasos. Internate en el laberinto y derribemos nuestras murallas con gritos silenciosos. Vení, creemos los caminos para encontrarnos cuando nos hayamos perdido. Vení, que tengo para darte el hilo de Ariadna, sólo seguí el sendero hacia lo desconocido, pues allí me vas a encontrar dispuesto a encontrarte.

Esta noche venís a jugar conmigo, traés tus miedos y yo te ofrezco los míos, es que no se puede disfrutar cuando uno teme. Te llevo a mi cama, mientras miro a tus ojos y rastreo las marcas que dejaron tus tristezas. No tengas miedo a las noches sin lunas, pues hoy seré sol en tu madrugada e inundaré de luz todo lo que tienes oscuro.

Las sábanas no alcanzan para cubrirte del frío, sólo tengo para darte mis abrazos tibios. Desnudate, nada importa, pues te vestiré con mi piel y te levantaré altares con mis huesos. Desnudate, que quiero conocer tu cuerpo tanto como te conozco el alma.

Dejame entregarme, que esta noche quiero endiosarte y creerte todo, para convertirme en tu más fiel devoto. Te prendo velas en el cuerpo y te rezo, te imploro, te agradezco y te fecundo de deseos, para ser yo quién los mate y los engendre de nuevo. No tengo nada más para darte que este cuerpo, sus palabras, sus bordes, y silencios. Aceptá toda esta ofrenda, dejá que me sacrifique esta noche, que quiero rescucitar, mañana, en tu gloria.

Ahora dejás que te de luz con mis ojos, mientras endulzo tu sangre con mis besos, antes dolorosos. Despacio voy sintiendo tus labios y los lleno de pequeños besos, para adueñarme de ellos con más pasión y recorrer, luego, cada espacio de tu boca. Ahora te abrazo, te abrazo muy fuerte hasta hacer de mi carne débil, fortaleza. Me entregás tu espalda y dejás que la siembre con mis flores, mientras te beso tanto que ahora sí, siento que te llego al alma.

Te acaricio, te toco, te huelo, te lamo, te muerdo, te beso y me pierdo en el humo de mis ilusiones que se queman. Me interno en la jungla de tu cabellera con mis manos. Me arranco los labios y los derrito en la caldera que llevas en tu abdomen. Me evaporas las penas con tu roce y tu piel se vuelve mi marca. Tus cabellos son lenguas de fuego que hierven la sangre y me hacen explotar las venas. Mi boca invade la tuya, te beso suavemente mientras sacío mi sed de vos con tu saliva. Te susurro en el oído todos mis deseos y usando mi lengua de pincel, te pinto el cuello con miel. Tus manos pequeñas se hacen dueñas de mi cuerpo. Tus brazos son la vida que se cuela entre mis poros. Tus piernas son las sogas que me atan al latido de tu pecho.

Me sumerjo en vos, me aventuro en tus recovecos, estoy dispuesto a cruzar todos tus mares y no me importa ahogarme, si sé que, luego, vas a estar para cuidarme. Te pido que me llenes de alas: cerrás mis ojos, besás mis labios, clavás tus manos, me impregnás de olores, y ya siento que vuelo. Es que yo a tu lado me siento capaz de todo, por que tu aliento se vuelve mi aire y con vos vale la pena respirar.

Te siento. Me sentís. Nos sentimos. Vibramos. Nos erizamos. Nos agitamos. Ascendemos a un cielo al que llenamos de gemidos. Ascelerás mis fluidos, el corazón se fragmenta, el cerebro revienta y el aire falta en nuestras bocas. Las vísceras se agitan y las almas se relajan. La miel explota en los cuerpos y el cielo nos arroja nuevamente a nuestro lecho. Hemos dejado de volar.

Te abrazo nuevamente, es que nunca me cansaré de hacerlo. Acaricio tu cabello, recorro con mis manos esos hilos que mueven mi cuerpo a su antojo. Te doy pequeños besos, como si fueran semillas que buscan germinar en tus sueños. Te cuido, te protejo, te arrullo, te hablo, te cuento historias y te quiero. Mis brazos no son míos, se vuelven de Morfeo y te dormís en mi pecho. Y yo, mientras tanto, me pregunto si en verdad se puede ser tan feliz como lo he sido.

Las preguntas sólo se hacen cuando de antemano se tienen las respuestas. El sentido sólo cae con el paso del tiempo, pues necesita volver atrás para encontrarse. Ya están las respuestas, aunque no las sepa, sólo se trata de esperar. Los ojos se cierran, más de lo que ya lo estaban, y ahora hay que dejar que llegue la mañana.

La luz del amanecer aparece arrastrándose por la ventana. El sol, grita, abre mis ojos y me muestra aquello que no he querido ver, ni escuchar. El sentido viaja rápidamente en el tiempo y cae tan rápido como las imágenes. Los dioses se vuelven sólo tótems. El sentido llega y todo pierde sentido. Es paradójico, pero esta vez la luz me llena de oscuridad. Es que los ojos ausentes, aquellos que encontraban sin buscar, se abren para ver que nunca encontraron nada. La cama, desierto enorme, está tan vacía como mi vida. Las sábanas no son tu piel ni la mía, son sólo telas que envuelven mi cadáver y lo encarcelan. La almohada no tiene el olor de tu piel, ni el de tu pelo. La almohada nuevamente vuelve a perder sentido. Y yo, nuevamente estoy derrotado ante la crueldad de una realidad que no tiene para darme más que sus imposibilidades. La ventana está abierta. Mi sueño huye por ella. Es que una vez más he soñado y una vez más he despertado para percatarme que es mejor que llegue Thánatos y que el dormir me de la paz de no tener que despertar nunca más, y ver que a mi lado no estás, ni estarás.