El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

sábado, 24 de marzo de 2007

CARTA DEL NUNCA MÁS


Imagen: de Wife of Cain by Witkins

Madrid, 24 de Marzo de 2.007
Mi Querido Ernesto:

Aquí me tenés rendida en esta carta, cubriéndome de palabras. Te escribo pese a que no desearía hacerlo. Te escribo deseando que no tuvieras que leerme. Pero soy una mujer valiente, una mujer que batalló durante más de treinta años con sus fantasmas, aunque hoy sienta que haya perdido la guerra.
Creo que debo hacerlo, estoy convencida de ello. Sé que no podrás entender la decisión que he tomado, que se escapa de tus manos. Sabés que hemos tenido una relación especial. Quiero decirte algo que no sé si alguna vez te dije. Quiero que sepas que siempre te amé pese a que nunca pude demostrártelo de la manera que hubieses deseado. Hoy es tarde. Hoy siento que nunca más podré escaparme, siento que debo entregarte una verdad. Es que aunque duela, sólo mientras haya verdad el nunca más podrá ser real.
Sabés que nos escapamos de Argentina por todo lo que allá sucedía. Me acuerdo que me preguntabas por que me entristecía en cada Marzo, me acuerdo que una vez me sorprendiste a la noche llorando. Hoy sabés que nunca más pude salir de aquella celda lúgubre, húmeda, y tapizada con los gritos que nacían de las más crueles y aberrantes torturas.
Nunca imaginé tanta monstruosidad en el hombre, pero no importaba que no pudiera imaginarla puesto que desde entonces, la padecí día a día. Si supieras cuán insoportable me resulta, tal vez podrías entenderme y perdonarme. Pero no sé si podrás hacerlo. Sólo tenés que saber…, aunque duela, tenés que saber.
Por las noches, sigo escuchando los mismos gritos que desgarran mis oídos, que me extirpan el alma, que se me clavan en las pupilas dilatadas desde que vivo sumergida en la oscuridad de aquellos recuerdos.
Yo estaba embarazada de seis meses cuando nos llevaron, pero a ellos no les importaba. Me golpearon igual. Me agriaron la leche que esbozaban mis pechos huérfanos. Es que la angustia lo invadía todo, y las lágrimas eran más caudalosas que la sangre, que la leche y la esperanza. Querían quitarme lo único que todavía podría dar, querían quitarme el alimento que nutría mis sueños a futuro.
Hacía un mes que nos tenían ahí. Estábamos en celdas separadas pero yo escuchaba sus gritos cuando lo torturaban. Querían saber. Él no quería hablar, él era fuerte…, pero yo no lo sería.
Yo tenía su hijo nadando en mi vientre, yo tenía la piel quemada, los ojos marchitos, y los oídos arañados por la perversidad de aquellas picanas. Y el miedo…, y el miedo me invadía, me envolvía, me extenuaba, me desesperaba, me quebraba. Sabía cuándo vendrían por mí y temblaba, lloraba, y vomitaba. Me daba asco estar rodeada por mis desechos cada vez que se acercaban. Me daba asco el pozo de miseria en el cuál me enterraban. Los gusanos se alimentaban de mis esperanzas, de mis utopías, de mis sueños de justicia, de igualdad, de liberación, de revolución. En esa tumba todo se pudría y yo…, y yo estaba embarazada.
Hay algo que me tortura más que el recuerdo de la picana. Todavía el pasado se me transforma en presente cuando recuerdo esa noche de invierno en la que entraron sin que yo los esperara. Me despertaron arrastrándome de los cabellos. Me desnudaron y me arrojaron al piso con una patada en las piernas, que me quebró el alma. Me mojaron con agua helada y se burlaron de mi cuerpo pálido y pequeño que tiritaba de terror y de frío en el gris de aquel piso de cemento.
Ellos eran tres y se relamían su poder. Uno de ellos bajó su pantalón y su calzoncillo hasta las rodillas y se me acercó. Los otros dos me sujetaron. Me empezó a tocar mientras yo gritaba desesperada. Uno me susurraba melosamente al oído que dependía de mí evitar todo aquello. Dijo que yo podía salvarle la vida a mi hijo, que yo podía salvar mi propia vida, que podía salir de esa cárcel de angustia, de terror, desolación, denigración, de odio, de maldad y desesperación. Me abrieron las piernas, me taparon la boca, mientras uno apretaba mi cuello entre sus manos sucias y bañadas en sangre. Dijeron que de mí dependía frenar aquel horror. Yo les creí, yo lo hice.
Me preguntaron sus nombres, qué papel desempeñaban, cómo los había conocido, en dónde militaban y en dónde se ocultaban. Declaré y los condené. Sabía que los matarían y también sabía que sus muertes me salvarían. Cuando terminé de hablar, todavía desnuda, mojada y vestida de lágrimas, dijeron que se apiadarían. Me dieron ropa de prostituta para burlarse de la “zurdita reventada” y me dieron wishky para que mi cuerpo entrara en calor. No podía pensar en nada, sólo apuré el vaso de wishky que incendiaba mi garganta. Vomité tantas veces esa noche que terminé totalmente debilitada, y me dormí rodeada de ese charco de repulsión. Nunca más toleré el olor del alcohol.
Horas después, en mi celda, con esa ropa de prostituta, con ese whisky que calcinaba mi garganta, con las lágrimas que no cesaban, con los vómitos que me deterioraban, con el terror a mis palabras, y la culpa que me devoraba el alma; escuché sus gritos…
¿Te imaginás lo que sentí? Eran mis amigos, eran mis hermanos de lucha, los que me habían recibido cuando mis padres me expulsaron de la vida burguesa que llevaba. Eran mis amigos y yo los traía a mi funeral, no para asistir a mi entierro sino para compartir con ellos mi lecho… Nunca más pude tener amigos.
Y él…, él era mi amor. Él era el hombre que me convertiría en madre. Él era la fuente de la más intensa idealización, de mi terrible admiración. Pero yo no podía ser heroína, yo no sabía que salvarnos en aquel momento era condenarme a una vida de tormentos.
¿Sabés lo que se siente? No hay una sola noche, en la que no recuerde el desgarro lastimando sus voces. Todavía siento el olor de sus carnes carbonizándose, todavía los imagino mientras los arrojaban a ese mar por el cuál nunca más quise volar.
No pude volver por que no sólo tengo la frente marchita. No pude volver, por que Argentina se volvió el nombre del peor de mis recuerdos, la invocación de un pasado que me abortó el presente. No pude volver por que no puedo caminar por esas calles, de las que antes nos adueñábamos cuando protestábamos y peleábamos por la Revolución.
Cumpliste 30 años en Agosto del año pasado. Todavía me cuesta mirarte y ver en tu rostro los gestos de tu padre. Intento mirarte por un tiempo prolongado, te juro que trato, pero tu cara se me desfigura y se me aparece el rostro de tu padre torturado, reprochándome la traición, aunque supiera que no tenía otra opción.
Hoy se cumplieron 31 años desde que se oficializó el horror. Y yo no puedo mirarte a la cara, no puedo decirte que por vos y por mí, pero más por mí que por vos, te quité a tu padre.
Desde hace 31 años que vivo sumida en el miedo. Me dejaron exiliarme pero yo sigo enterrada en esa tumba. Yo todavía siento mi alma torturada. Yo todavía escucho las voces y sonrisas de mis amigos, deformándose en gritos y en lágrimas. Todavía veo el rostro del único hombre al que amé como hombre y que me mira recriminándome por su muerte y la de la revolución. Desde entonces nunca más viví.
Y hoy…, hoy sólo me queda pedirte perdón por quitarte a tu padre, por traicionarme, por escaparme. He pagado una larga condena, he vivido 31 años de remordimiento, de soledad, de desilusión, de devastación. Y esa vida hijo, esa vida no es vida. Hoy más que nunca no puedo mirarte a la cara. Sólo me queda morir para no vivir nunca más. Te ama hasta siempre,

Tu mamá


viernes, 16 de marzo de 2007

LIBERAME


Liberame, ese es mi deseo. ¿No ves que estoy perdido?, ¿no ves que no hay sentido?, ¿no ves que estoy vacío?

Cold

Dame lo que necesito, estoy cansado de esperar. Sino habito en tu memoria, si ya no pensás en mí, ¿para qué me querés aquí?, ¿por qué me dejás a mí? ¿Por qué quedarme acá? ¿Por qué más esperar? Si ya nada me retiene, si ya nada me sostiene.

Cold water surrounds me now

Abrime las alas, si es que las tengo; no me hundas en la profundidad de mis recuerdos. Dejame ir, liberame.

Lord, can you hear me now?

Te conjuro más que a mis recuerdos, pero tu sordera es más grande que mis cegueras. Vení y llevame, por que he quedado reducido a ser un desperdicio de humanidad, a ser una vida que no late, un autómata que, como una hoja marchita de otoño, se deja llevar sin fuerzas por el capricho del viento y de los tiempos, hacia los recovecos de la nada, hacia la frialdad y la dureza de, una y mil veces más, estrellarme contra el cemento.

Lord, can you hear me now?

Tenés el poder en tus manos, aliviame la existencia entregándome a las puertas del adiós. Liberame de este cuerpo, arrancame las uñas que, contra mi voluntad, arañan un futuro irreal. Dejame de ilusionar, si ya sé que todo seguirá igual, y yo ya me cansé de soportar… y de esperar.

Lord, can you hear me now?

Me duele el mundo. Me duele el aire que nutre mis células vacías. Hasta me duele la música que tortura mis oídos, me duelen las palabras que se escapan, me duele la ignorancia, me duele la nostalgia.

Or am I lost?

Me arrojaste aquí sin preguntarme. Desnudo, desamparado y vulnerable, estoy condenado a esperar. He sido arrojado como si fuera un aborto de los cielos, pero el feto nació, creció, se desarrolló y hoy espera que se remedie aquel error.

Cold

Se que estás ahí, sé que sabés que estoy, y sin embargo no te acercás, no preguntás, no me tocás, no me mirás, no me besás, no me abrazás, no me consolás, no me cuidás. Dejame ir sino vas a quedarte. ¿Y es que no hacés siempre lo mismo? Pero estoy agotado de estar abandonado a mi suerte, a mi maldita suerte.

Cold water surrounds me now

Te sigo esperando, estúpidamente, sé que sólo fui un gran error y mi vida es una continua confusión. Es que el mar ya me ha tapado, es que las aguas están heladas y hasta el deseo se congela; es que el cielo se me despedaza en el alma y escupe estas palabras cargadas del infierno que se expande por mis venas y que va quemando la esperanza.

Lord, can you hear me now?

Dame de beber de un veneno más amargo que estas lágrimas, para que le pongan fin al dolor de haber nacido, para que cierres ese hueco que se abre cada día más y que me absorbe.

Lord, can you hear me now?

Empeñate en no dejarme ni una sola palabra, ni una sola mirada, ni una sola esperanza. Acabame, de una vez, redimite dándome lo que nunca deberías haberme quitado: el no ser, el deambular entre las estrellas, el ser la nada que no piensa, que no siente, que no extraña, que no anhela, que no desea, que no sufre, que no está.

Lord, can you hear me now?

Dejame escapar, liberame del peso de este cuerpo, liberame del dolor, de la nostalgia, de la melancolía, de la ilusión, del creer en el amor, liberame de todo lo que me ata, liberame del pasado que me ataca.

Cold

Algunos le llaman eutanasia, yo le llamo mi esperanza. Es que no hacen falta enfermedades terminales, sólo saber que hay almas muertas como la mía, y cuerpos que, desde entonces, deambulan sin sentido.

Cold water surrounds me now

Mi cuerpo tiene la savia, funciona como una perversa maquinaria. Mi cuerpo viviente contrasta con mi alma llovida una y mil veces. Es que tantas veces me he desangré en lágrimas, que ya ni una gota de ella me queda. Llevate lo que es tuyo, matame mil veces más, pero esta vez no dejes ni el cuerpo por que también tiene recuerdos, por que siente tanto como el alma, por que se me inunda de nostalgia.

Lord, can you hear me now?

Aliviame la existencia, llevate mi presencia, liberame…

Or am I lost?

Letra intercalada: "Cold water" de Damien Rice

martes, 13 de marzo de 2007

PROMESAS DE MINOTAURO


Te azotaré suavemente con la furia de mis cabellos que claman por tus manos.

Te invadiré hasta perderte en cada espacio de mi cuerpo.

Devoraré tus ojos cuando miren la oscuridad de mis silencios.

Te aturdiré con mis olores emanando de tus poros.

Te envolveré entre los pliegues de mi piel para quitarte el aliento y llenarte del mío.

Arrancaré tus labios con mis besos dolientes y sedientos de tu cuerpo.

Te abrigaré con mis silencios tibios cuando te vistas de invierno.

Te marcaré con mis huellas en tus pasos.

Lameré tus lágrimas y las transformaré en la miel que esparcirás por mi piel.

Te vaciaré el alma soplándote los recuerdos.

Te extasiaré con mis sonidos vibrantes en tu cuerpo.

Incendiaré tu piel con la lava en erupción que se me escapa de las venas.

Te armaré con mis palabras, mis deseos, mi saliva y mis nostalgias.

Te moldearé hasta completarte con la miel que se me derrama ante tu mirada.

Romperé tus huesos con la impaciencia, el vacío y el dolor de mis abrazos.

Te morderé hasta volverte mi más sagrado alimento.

Te impregnaré mis sabores en tu lengua.

Desestabilizaré tu locura contenida tras los diques de cordura.

Tejeré con tus cabellos telarañas para hamacarme con tus sueños.

Desencadenaré tus pasiones hasta agotarte.

Te dibujaré sonrisas en el rostro con mis dedos.

Te daré lo que no tengo,

seré quién no soy,

para hacerte sentir quién no sos.

Y escribiré mis promesas con mi sangre,

para que no se las lleve ni el viento, ni el tiempo, ni el sol, ni los elementos.

lunes, 12 de marzo de 2007

PARA CUANDO DESPIERTES


Como si todavía te quedaran vestigios de niñez, te me acercas inocentemente, creyendo en lo imposible, y es que, ¿acaso no nos pasa a todos lo mismo? En ese momento, todos creemos que estamos soñando, todos creemos que el otro duerme tranquilo. Pero no podemos engañarnos todo el tiempo, por que siempre llega ese momento en el que la realidad nos aturde con sus gritos y nos golpea autoritariamente, hasta lograrnos despertar.

- ¿Por qué?

- ¿Sólo eso me podés preguntar? Ya sabés la respuesta, entonces… ¿para qué preguntar por qué?

- ¿Por qué?

- Que te lo dije ya mil veces, que es en serio, que no he nacido para vivir, sino para morir más veces que mi recuerdo en vos o en cualquiera.

¿Me podés entender?... Es que ya estoy cansado…, en serio…, estoy cansado… De tanto suspirar me he quedado sin aire, y de tanto llorar hasta el alma se me ha secado. De tanto quejarme, ya no soporto ni escucharme; y de tanto olvidarte sólo he logrado aferrarme a tu recuerdo como si fueras un faro en medio de un inmenso mar y yo un barco que está cansado de tanto naufragar y que navega nuevamente a la deriva.

- Estás frío…Tomate un café, un café calentito como a vos te gusta en estos días fríos y nostálgicos de otoño…

- No, no, que ya ni el café hirviendo puede darme el calor que he perdido, que tan frío estoy que hasta me he quedado sin aliento. Si me tocás te vas a congelar y te vas a despertar, y yo me volveré más piedra que las piedras y más solitario que el desierto.

- Tu boca no tiene el mismo sabor…

- ¿Será que este es el gusto de la muerte? El del último café pudriéndose en mis dientes convertidos en cenizas, mientras mis ojos miran sin ver los gusanos que se devoran mis sueños… Así que a esto sabe la muerte, a olvido eterno, a silencio sin sentido, a ausencia fagocitando células en decadencia.

Como si todavía te quedaran vestigios de niñez, me mirás nuevamente de manera inocente, creyendo en lo imposible, y es que, ¿acaso no nos pasa a todos lo mismo? Todos creemos que estamos soñando, todos creemos que el otro duerme tranquilo; pero no podemos engañarnos todo el tiempo, por que llega ese momento en el que la realidad nos aturde con sus gritos y nos golpea autoritariamente, hasta lograrnos despertar…

- ¡¿Por qué te has muerto?!

miércoles, 7 de marzo de 2007

¿DÓNDE VAN LOS BESOS DE VERANO CUANDO LAS FLORES MARCHITAN EN OTOÑO?


Para L.

Todavía no es otoño, pero parece que yo no lo sé. No es otoño, pero siento que marchito en los recuerdos de aquello que me falta. Todavía no es otoño pero las flores se deshojan en recuerdos, y quedan marchitas en mi cuerpo.

Te extraño. Lo sabés. Te lo dije…

Es que te recuerdo con la mayor de las nostalgias, como si te hubieras ido de aquí hace años y desde entonces no supiera nada de vos. Te recuerdo como si no te hubiese visto en esa ciudad de intelectuales, de revolucionarios y de grandes shoppings comerciales, que te retiene y que te aleja de esta ciudad pequeña, inculta y pasiva.

No sé si te extraño. Lo sabés. Te lo dije…

Es que no sé qué es lo que anhelo, si serán tus besos, tus caricias, tus olores y tus abrazos fuertes y desesperados, tus abrazos de huesos rotos, de ojos vacíos y de palabras que mueren antes de ser dichas. Es que ¿cómo no anhelar esos abrazos de desprotegidos, de náufragos sin sentido, de soledades que se acompañan en su silencio? No sé si añoro todo aquello que me dabas o si te necesito a vos dándome todo eso que no tengo y que no sé si tuve. ¿Y es que se puede separar lo que me das de lo que sos? A veces creo que sí, otras veces siento que no.

Te recuerdo. Lo sabés. Te lo dije…

Es que recuerdo esos momentos en los que traías el sol en mis días lluviosos de Enero. Te recuerdo esperándome en esa plaza, que se apropia de mi cuerpo y que me llama por las noches, desde que no te tengo; pero es que… ¿alguna vez te tuve o fue sólo un lindo sueño?

Recuerdo mis pasos inciertos acercándome a tu cuerpo. Recuerdo cuando me viste, recuerdo cuando te vi, recuerdo tu sonrisa y también recuerdo la mía. Me gustaría descubrirte de nuevo, acercarme por detrás y estrecharte entre mis brazos, mientras tapo tus ojos con mis manos y palabras, y beso tu cuello con mis labios y nostalgias.

Me quiere… No me quiere… Me quiere… No me quiere…

Tengo una flor en el pecho, una flor nacida en el verano, una flor que es fruto de tu boca y de la mía estrellándose en mil besos. El pétalo de la flor, nacido como una imagen de la memoria, se marchita y se prepara para caer: Estás frente a mí, en el primer piso de esa confitería que mira a esa otra plaza que se disfraza con fachadas coloniales. Recuerdo tu sonrisa al mirarme y recuerdo mi mirada buscando escaparse del peligro de tu seducción, por la ventana. Vos sabés jugar, y el juego en la seducción lo es todo. Los dos supimos ese día que no habría escapatoria, que la ruleta estaba girando y que la bola caería donde habías esperado. ¿Es que es posible no quererte hasta la sangre, hasta la miel y hasta los huesos?

Me quiere… No me quiere… Me quiere…

Un nuevo pétalo cae y un nuevo recuerdo se arrastra por el piso: Nos veo nuevamente en el balcón de ese patio donde las almas se congregan en la magia de una noche que se despierta tras la lluvia. Veo como tus ojos se llenan de lágrimas mientras mis palabras acariciaban tus oídos. Nos veo mirándonos de cerca, descubriéndonos, y te escucho nuevamente diciéndome que me querés besar. Y no hicieron falta más palabras, por que nuestros besos las ahogaban.

Me quiere… No me quiere…

Y otro pétalo se va y otra imagen se oscurece: Ahora estamos nuevamente sentados en un bar en una noche de verano. Estamos rodeados de amigos. Vos me pedís que me siente a tu lado, que me quede con vos, vos me das un lugar, un lugar que nunca tuve y que ya no tengo.

Me quiere…

Y ese pétalo vuela con el viento y se me lleva un nuevo recuerdo: Es una noche oscura y la ciudad, debajo de aquel cerro, descansa a nuestros pies. La ciudad está iluminada pero nuestras esperanzas ya se apagan. Llega a su fin tu estadía, llega a su fin mi escapada de la rutina. El cielo se vuelve nuevamente gris, el laberinto se cierra y yo quedo adentro y vos te vas afuera.

Te quiero… No te quiero… Te quiero…

¿Vos tenés la misma flor? ¿Vos te preguntás lo mismo que yo? Y un nuevo pétalo cae y por fin me doy cuenta: Qué manía compartida, ésta la de revivir a los muertos. Te encontré lejos de aquí para que nuevamente me dejes ir.

Te quiero… No te quiero…

Cuando quedan dos pétalos de esta flor, solo puedo contestarme y contestarte que nos veo nuevamente juntos, fundidos en nuestros abrazos desesperados…, desesperanzados. Me duermo sobre tu cuerpo y cuando me despierto te siento. Estás ahí, mirándome dormir. Perdonás que el cansancio pueda más que la película, y nos besamos, y jugamos a seguir durmiendo juntos, pero no podemos dejar de saber que no podemos seguir jugando.

Te quiero…

Y el último pétalo cae, y un nuevo recuerdo florece: Me hacés volar a bordo de tu bicicleta, la montamos juntos y paseamos por las calles principales de aquella ciudad tan grande. Desplegás mis alas con tus manos, y vuelo seguro mientras sueño a tu lado. Te recostás sobre mis piernas y yo acaricio tu rostro y tus cabellos. Me sumerjo en tus bucles y me enredo en tu cuerpo. Jugamos a que soy tu psicoanalista y que mis piernas son tu diván. Pero no tengo curas, no tengo soluciones y no sé qué te pasa, ni mucho menos qué me pasa. Nos quedamos en silencio, y es que tal vez ya esté todo dicho, o tal vez todavía no nos hayamos dicho nada. Te veo, te siento, te acaricio, te intuyo. Tu gata sin nombre juguetea entre mis piernas y luego lame mi mano. Tu gata sin nombre, percibe mi dolor y me alivia con su beso, por que aunque me tenga celos, sabe que te quiero.

Siento esa revolución familiar en mi garganta que ya derroca el poder de mis ojos. Mi mirada necesita huir, volar lejos para no verme sufriendo en tus ojos sufrientes. Tu mirada también vuela, y las dos alcanzan el techo; se encuentran allí, lejos nuestro porque sólo podemos mirarnos si deseamos correr el riesgo. Y una lágrima con sabor agrio se escapa de mis ojos prisioneros, y recorre los dulces surcos que excavaron tus manos en mi rostro. Y a esa lágrima la sigue otra, y otra, y aletean juntas sobre mi piel, como si fueran mariposas oscuras que precipitan un final. Y tu boca las recibe y te bebés mis lágrimas y las convertís en besos. Pero yo sé cuál es el efecto de una gota que cae en una laguna, yo sé de los ecos de tristeza que se deslizan en tus mares. Me abrazás, me mirás, te miro, y no nos hacen falta palabras, sólo todos los besos del mundo que en días más me empezarán a escasear.

Ya estoy de vuelta, ya te quedaste y yo me fui, ¿será realmente así? Te contenés y marcás la sabia y aconsejable distancia. Sé que es por tu bien, pero más es por el mío. Pero ¿pensaste que tal vez yo no quiera contenerme?; tal vez yo no necesite más distancias. Yo sólo necesito saber,

¿Dónde van los besos de verano cuando las flores marchitan en otoño?

domingo, 4 de marzo de 2007

VERDAD I HORROR


"Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?"

La verdad es que ese lunes no había llegado arrastrando la rutina consigo. Era un lunes distinto y Valentín lo sabía. Lluvia y viento eran los embajadores que adelantaban el inicio del invierno. El gris, como una pantera agazapada, lo iba cazando todo: cielo, calles, ojos, vidas. Pequeñas gotas de lluvia oscurecían el asfalto y deambulaban por la ciudad como si fueran fantasmas imperceptibles, que jugaban con la gente a su antojo. El viento, soberbio lo invadía, transgrediendo los límites del cuerpo. El frío había escalado por los pies y ya había conquistado todo el cuerpo y toda el alma. Y la verdad, y el horror ya estaban circulando en él.

La vieja Clínica privada, perteneciente a una institución católica, se especializaba en aquellos temas, pero sólo tenían acceso los privilegiados del sistema. El edificio se alzaba majestuoso ante sus ojos expectantes. A su lado, vio a aquella mujer que traficaba brebajes contra el sueño gritando su clásico “Cafesito”, caracterizado por alargar la enunciación de las vocales. Valentín no lo necesitaba, era temprano en la mañana, pero estaba demasiado despierto, es que… ¿cómo no estarlo ante el horror?

Ya no podía posponer más la llegada de la verdad, sin embargo, el tiempo parecía detenerse. Valentín no quería transitar por aquel puente que unía su presente ignorante con un futuro que podía abortarse por ser el engendro de una verdad agobiante. El abismo entre ambas dimensiones temporales adquiría la forma de las escalinatas de entrada a aquel templo de vida y de muerte. La entrada a la clínica era la metáfora horrorosa de aquel puente del que sólo deseaba arrojarse. Es que no hay peor sentencia que la de escuchar una verdad no dicha, pero que se desliza en el ambiente como el más horroroso rumor.

Valentín estaba parado, abajo del primer escalón de la entrada, contemplando el ir y venir de la gente a su alrededor. El frío y el deseo de no saber lo convertían en un monumento al temor y a su inseparable paralización. Por su mente, la movilización iracunda despertada por sus miedos, derrocaba sus proyectos a futuro y sus sueños de amor eterno. La revolución interior, explosiva y vibrante, se transformaba en lo contrario al apropiarse de cada célula de su cuerpo.

Ya había llegado hasta allí, ya estaba al borde de ese abismo de horror, sólo le faltaba el impulso final para dar el salto al vacío y prepararse para caer en los errores del pasado.

Caminó decidido por los pasillos de ese gélido lugar, sabía cuál puerta tenía que tocar. También sabía que tendría que esperar, pero el saberlo no mitigó la ansiedad que, como una gran directora de películas de horror, imaginaba los peores escenarios en los que esa verdad podría encontrar su lugar y ejercer su reinado.

Afuera, la llovizna leve y persistente seguía lamiendo asfaltos y fachadas, árboles y personas, sueños y verdades. Adentro, el tiempo parecía no avanzar. Los segundos morían un instante previo a alcanzar la inmortalidad. El reloj se volvía pesado, como sus penas.

El tiempo permaneció estático y el espacio se volvió dinámico. Pero aquello no habría de durar puesto que, los sonidos que representaban su nombre se abrieron paso hasta sus oídos, franqueando la capa de neblina que cubría su mundo. Valentín se levantó de la banca que ocupaba y, con la misma resignación con la que un gobernante depuesto se dirige al patíbulo, se encaminó a aquel consultorio.

Con cada paso un latido, con cada latido un recuerdo… Valentín, un joven de 18 años que provenía de una familia acomodada, había amado por primera vez un año atrás. Alejandro era un hombre de 30 años, tenía un rostro perfecto e irradiaba una imagen celestial. Valentín se había enamorado de aquel hombre con la pasión e idealización intensa típicas de la adolescencia. Estaba dispuesto a darle todo, hasta lo que no tenía, como prueba de su amor. Y, durante los meses que se prolongó el romance, Alejandro se lo pidió; tomó todo, hasta lo que Valentín no tenía, y luego lo dejó. Valentín sufrió hasta el cansancio, y en ese año a nadie más, ni si quiera rozó, pues esperaba inútilmente el regreso de Alejandro. Toda espera es inútil, pero más inútil era creer que Alejandro volvería por que, cual vampiro, ya había clavado sus colmillos.

El recuerdo de aquellos tiempos en los que exploró el amor y la traición, alzaban vuelo en su mente hasta chocar con el techo que imponía la realidad. Valentín entró al consultorio y, estupefacto, observó a las tres personas que lo esperaban: el doctor, la psicóloga y el sacerdote que, acompañaba en esos casos puesto que se trataba de una Clínica católica.

Fue en ese consultorio que Valentín supo la verdad y sufrió la desesperación ante el horror. Allí le dijeron que los exámenes habían dado positivo y qué él se convertía así en un nuevo portador de VIH. Pero Valentín no llegó a escuchar lo que ya suponía, porque se desvaneció. Treinta segundos más tarde, abrió los ojos y, nuevamente, volvió a ver lo que le causó tanto horror. La verdad del Padre Homero es que no se llamaba Alejandro, que se sacaba el alzacuello y jugaba a ser Judas, entregando a los hijos del hombre a la muerte, al darles besos de vampiro con el sabor de la traición.