El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

martes, 26 de diciembre de 2006

LA MALDICIÓN DE UN ETERNO DESPERTAR


Imagen: "Presence of mind" de Magritte

He aprendido que hay dos estados básicos de la existencia para los que hemos sido malditos con el “don” de la cordura: el estado de vigilia y el del sueño. También he aprendido que “la vida es sueño y los sueños, sueños son”, y he aprendido que hay algo que nos impide el soñar.

Sueño y me despierta el hambre que tengo de tu cuerpo y de tu sangre, de tus besos y tu alma, de tu esencia y tu presencia. Despierto y sé que no puedo pedirte lo que no podés darme, pero el saber o no saber no es capaz de frenar el dolor ante el vacío que dejás cuando estoy sin vos.

Sueño y te tengo en cada fisura de mis labios, en cada grieta de mi piel, en el aroma que emana de mis poros incendiados con tus besos. Te tengo en la cárcel de la memoria que no deja de invocarte, te tengo en los párpados que te muestran ante mis ojos desnudos cada vez que se cierran deseando no abrirse más para contemplarte por siempre. Tengo presa tu imagen en mis ojos y tu imagen me tiene preso en tu recuerdo cada vez que estoy despierto.

Que mejor manera de concebir esto que tenemos cómo si fuera el alternar constante entre esos dos estados en los que transcurre la vida. Todo esto es como si fuera un sueño en donde nada tiene sentido, ni explicación, en dónde no hay que entender nada, en dónde no hay que pensar, sólo sentir y dejarse llevar por una cascada de deseos. Pero también todo esto es un despertar constante, un estrellarse contra la crudeza de lo posible.

Intento dormir todo el tiempo para traerte nuevamente aquí y deleitarme una vez más, con tu lengua dibujándome tus deseos en esta piel que da frutos nuevos con cada uno de tus besos.

Pero, todo se termina; y aunque mi cama sea la misma en la que volamos, y aunque la música que escuche sea la misma que fue leña alimentando el incendio, y aunque tu olor esté en mi piel y esté en mi ropa, y aunque te sienta respirar sobre mí, y aunque pueda volver a ver mil veces más como tus ojos avasallan a los míos; hay algo inevitable, y es que no estás y no puedo pedirte que estés.

En la primaria me enseñaron el ciclo de la vida: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Pero hay algo no aprendido; me revelo ante la muerte, me revelo ante el final, me revelo a pensar que todo tiene que terminar, por que esta pasión crece y se reproduce, y por que el amor me es inmortal. Pero llega un momento, un fatídico momento en el que todo termina, en el que me das el último beso y en el que me dejas ir y en el que te tengo que ver partir una vez más, sin saber cuándo volveremos a soñar.

Tengo que hacer de cuenta que todo esto es sólo un sueño, que tu boca abriéndose ante la tenacidad de la mía no existió; que tus manos, no me exploraron y no me marcaron; que tu saliva no me ha bañado y alimentado, que tus olores no me embriagaron; que tus gemidos no me extasiaron. Por que la vida es esto, un transcurrir entre esos dos estados, sueño y vigilia, entre el deseo y la realidad. Tengo que hacer como si nada hubiera pasado, como si todo esto fuera un hermoso sueño interrumpido al que no puedo regresar. Tengo que aceptar que mi vida está signada por la maldición de un eterno despertar.