El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

viernes, 8 de mayo de 2009

21 GRAMOS DE VACÍO

Imagen de la película 21 Gramos


Cubro de mostaza el pan. A algo le tengo que encontrar sabor, ¿no? Hoy, domingo familiar, almuerzo panchos. Ahora que lo escribo me acuerdo de esa navidad de 2.001, donde el corralito de Cavallo nos había aproximado a comer panchos como menú navideño. El 2.002 fue el año de la gran debacle. Todo empezó a caer y nosotros caímos con todo.

Ahora estamos sólo mamá y yo. Solos. Antes, los domingos almorzábamos con toda la familia. Pero la familia también cayó y ahora sólo quedan lazos de sangre desarticulados por silencios varios.

La escena me parece patética. Se me caen unas lágrimas tímidas; mamá no las ve o finge no verlas, no sé. Ella debe tolerar el silencio un poco menos que yo, y empieza a hablar. Me cuenta de la gripe porcina, de la gente que muere. Yo la escucho y pienso que esas personas tuvieron suerte. Habla de la Ministra de Salud de Chaco, que tal vez tenga dengue. Yo asiento, mientras como el segundo y último pancho.

Papá se fue a almorzar afuera. Yo creo que papá se fue hace muchos años. Nadie aguanta aquí demasiado tiempo sin morirse de a poco.

Lavo los platos usados por mamá y por mí. Ella seca una cuchara. Le digo que ya voy a secar yo, y ella me dice algo en lo que tiene razón: "dejalos, ya se van a secar solos". La frase me retumba en la cabeza. Así pasó con nosotros, ¿no?, nos dejaron y ahora nos secamos solos.

Ayer hablé con amigos. Hablar es una manera de decir, no hablé, chateé. En estos días no hablé con nadie. No tengo nada nuevo que decir. Siempre es lo mismo, sé que soy un cassette (sí, cassette y no CD, además soy anacrónico). El cassette repite siempre el mismo lamento. Soy los sonidos que giran en mi garganta una y otra vez. Mis amigos no entienden por qué necesito que me quieran. Acudo buscando cariño, pero obtengo juicios en los que el veredicto siempre es el mismo: “culpable”. No necesito que me den mas sentencias de las que ya me he dado. Lo sé, sólo necesito un abrazo, aunque sea virtual. Siempre buscando cariño… ¿por qué?: si sé.

Me acuerdo de esa vez, cuando tenía trece años. ¿Qué me detuvo?: familia. Me frenó el sentir que me querían y que les haría mal mi decisión (o tal vez sea mi eufemismo para no decir que fue la ya habitual cobardía). Necesito que me quieran para que me aferren a la vida. Es tan fácil caerse de ella. Es muy difícil mantenerse de pie cuando se camina por el borde todo el tiempo.

Mi habitación está a oscuras. La única luz que alumbra es la de este monitor. En este fin de semana he dormido más que en toda la semana. 21 gramos acaba de terminar en la pantalla. Me di cuenta que me sobran 21 gramos de vacío.

Pienso en “Closer” y en decir siempre la verdad ¿Acaso no es mejor la peor de las verdades que la más satisfactoria de las mentiras? Quiero que me escupan las verdades en la cara, aunque en el camino se transformen en balas que destrocen mi cerebro... o tal vez, justamente por eso.

Me duele la cabeza de tanto escuchar mis ecos, quiero que alguien frene todo esto. Sino me vas a querer, si me vas a degradar, si me vas a ignorar, sino me vas a aferrar a la vida, apuntá y dispará, ayudame a perder mis 21 gramos de vacío.