El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

viernes, 26 de mayo de 2006

LA EDAD DE LA LOCURA


Vengo a tu tumba, por la magnética atracción que siento hacia vos y por la furia de los mares. Siento tu voz llamándome por las noches y susurrándome dulzuras en los oídos. He venido desde lejos para ver donde yace mi asesino.

Derramo tormentas desperadas, fríos e iras en tu lápida. Mis ojos, hechos con fragmentos de cielo, te buscan en ese silencio de flores marchitas, pero no te encuentran. No entiendo porqué te fuiste, porque no me dejaste envolverte entre mis alas y protegerte de vos mismo. Yo era tu ángel y vos tu demonio.

Me duele el ni si quiera poder odiarte por irte sin avisarme y sin decirme a dónde fuiste. Me duele porque te necesito, me duele porque te sigo amando y sigo soñando con un futuro, juntos. No te bastaron mis ojos azules, ni mis cabellos de oro. No te bastaron mis palabras en esta lengua que es tuya. Me abandonaste y, de este mundo insípido, me desterraste.

Ése día te llamé buscando encontrarte, pero al escuchar tu nombre del otro lado del teléfono, desaté las lágrimas. No me imaginaba que habías lavado las penas de tu cuerpo ahogándote en tu océano de lágrimas. Tenías tanta vida y te la llevaste. Yo también tenía vida y también te la llevaste. Es increíble pensar que en un cuerpo sin respiración, ni latidos, ni palabras, en realidad hay ocultas dos muertes: la tuya y la mía.

Sigo deshaciéndome frente a tu tumba sin entender porqué elegiste ése día. ¿Te habrás asustado por seguir con vida?, ¿no habrás soportado estar otro año más en este mundo?, ¿te diste cuenta ése día que todavía no habías nacido y que no valía la pena hacerlo?..., ¡¿qué te pasó?!... Necesito tus respuestas aunque tenga que buscarlas en las profundidades del infierno.

Siento fuego en mi cabeza. Siento vaciarse mis pensamientos. Siento sangre derramándose en mis oídos. Siento el fin de mis palabras.

Minutos después, y algo turbado por el estruendo, llegó Gabriel, el cuidador del cementerio. Se horrorizó al ver el cuerpo ensangrentado yaciendo sin vida sobre una tumba. Al leer en la lápida, justo arriba de una gran mancha de sangre, Gabriel se estremeció y dijo: murió el mismo día que nació, el día en que cumpliría la edad de la locura.