El laberinto está compuesto por pasadizos y habitaciones intrincadas, ideado para confundir a quien entre e impedir que encuentre la salida. En el laberinto habitaron el Minotauro, Teseo, Dédalo e Ícaro. “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”. A veces soy híbrido entre instinto y lenguaje, otras héroe griego, algunas arquitecto de mi encierro y, otras tantas, libertad en caída libre.

lunes, 8 de enero de 2007

DESDE UN LABERINTO


He sido maldito en el pasado, y el presente y el futuro son garantes de la ejecución de mi sentencia. He abandonado sin razón y sin avisos, y hoy tengo que pagar por el daño que he causado.

Los dados han sido lanzados, y el destino su juego ya ha empezado. Con su noción de justicia he sido lastimado. “Ojo por ojo, diente por diente”, y aquí me ven caminando sin sentido desde el día en que las tinieblas devoraron mis ojos y me arrancaron las perlas que brillaban tras mis labios.

He quedado desnudo ante tus ojos, te he mostrado todos mis defectos e imperfecciones, mis puntos débiles y mis desilusiones. Me arriesgué a todo y no me arriesgué a nada. Entregué mi vulnerabilidad, enseñé mi tendón de Aquiles y he recibido un collar de espinas que ciñe mi garganta desde entonces. Confié y permití la entrada, dejé que una lengua se deslizara sobre mí como si fuera una serpiente que va sembrando fuego tras su paso. Hoy estoy cubierto de cenizas que forman una coraza que se pegó a mi piel por la viscosidad de toda la sangre derramada.

Me entregué tanto que hasta ya no era yo. Hipnotizado por la ilusión apoyé mi cabeza donde quisiste que lo hiciera; y, cuando mis ojos se abrieron, observé como desde lo alto la guillotina se abalanzaba feroz, como el más temible felino, sobre mi cuello.

Me he recluido tras paredes de recuerdos que sudan desilusiones en forma de lágrimas. ¿Querés que te hable de mí? ¿Querés que salga de aquí? Voy a gritarte mi historia para que el eco de mis palabras derribe estos muros que nos separan. ¿Te animás a entrar? ¿Sabés que te puedo lastimar?

Alguien golpea a la puerta, alguien quiere entrar. El pasado me asusta demasiado, por que ya escuché con anterioridad esa voz gentil, por mí preguntar. No tengo respuestas, sólo puedo correr confundido por estos intrincados pasillos huyendo nuevamente de alguien, escapándome nuevamente de mí.

Desde un laberinto te escribo, advirtiéndote del peligro que para ambos implica que emprendas la empresa de alcanzarme. Veo que estás por llegar, veo que te es fácil avanzar, veo que muchos obstáculos has podido franquear, ¿me irás a lastimar?

Sólo traigo desgracias a quién tiene el valor y la paciencia de invocar mi presencia. Sólo me traigo desdichas cuando acudo a ese llamado, cuando me expongo una vez más a una nueva mirada. Si supieras cuánto me duele ver cómo tropiezas con cada uno de los obstáculos que te pongo para librarte de mí. Si supieras cómo sufro cuando superas cada uno de esos muros que construyo y te acercas más a mí. El dolor que te causo se acrecienta cuando me llega a mí.

Huyo de vos, por algo lo hago, te advierto que hay un peligro en mí. Te doy pistas para que me encuentres, por algo lo hago, la soledad es más dolorosa que el dolor que me causás cuando yo te lo causo a vos.

Tengo tanto miedo de mi futuro, tengo miedo de perderme en estos intrincados pasillos y no ver más la salida y no volver a respirar aire que me permita aferrarme a esta vida.

El hedor había trascendido las paredes de ese solitario departamento, que más que vivienda parecía una caverna. Los vecinos hicieron lo suyo: se entrometieron y llamaron a la policía. Los oficiales llegaron frotando sus manos por que afuera hacía mucho frío. El olor dulzón y repugnante les hizo prever lo que encontrarían.

Entre los dos derribaron la puerta y entraron a la caverna y, como si fueran perros atraídos por el olor nauseabundo, siguieron el aroma hasta aquella lúgubre habitación. Allí lo encontraron desnudo, su piel estaba teñida de hongos, las moscas se hacían un festín a su alrededor y, a su lado, un gatito negro le lamía los ojos.