Te azotaré suavemente con la furia de mis cabellos que claman por tus manos.
Te aturdiré con mis olores emanando de tus poros.
Te envolveré entre los pliegues de mi piel para quitarte el aliento y llenarte del mío.
Arrancaré tus labios con mis besos dolientes y sedientos de tu cuerpo.
Te abrigaré con mis silencios tibios cuando te vistas de invierno.
Te marcaré con mis huellas en tus pasos.
Lameré tus lágrimas y las transformaré en la miel que esparcirás por mi piel.
Te vaciaré el alma soplándote los recuerdos.
Te extasiaré con mis sonidos vibrantes en tu cuerpo.
Incendiaré tu piel con la lava en erupción que se me escapa de las venas.
Te armaré con mis palabras, mis deseos, mi saliva y mis nostalgias.
Te moldearé hasta completarte con la miel que se me derrama ante tu mirada.
Romperé tus huesos con la impaciencia, el vacío y el dolor de mis abrazos.
Te morderé hasta volverte mi más sagrado alimento.
Te impregnaré mis sabores en tu lengua.
Desestabilizaré tu locura contenida tras los diques de cordura.
Tejeré con tus cabellos telarañas para hamacarme con tus sueños.
Desencadenaré tus pasiones hasta agotarte.
Te dibujaré sonrisas en el rostro con mis dedos.
Te daré lo que no tengo,
seré quién no soy,
para hacerte sentir quién no sos.
Y escribiré mis promesas con mi sangre,
para que no se las lleve ni el viento, ni el tiempo, ni el sol, ni los elementos.